Educación
para el éxito en el Siglo XXI
¿Se ha cuestionado alguna vez cómo se podría mejorar la educación de sus hijos,
nietos, sobrinos, ó alumnos en el caso de los educadores etc.? A lo mejor ha meditado sobre su propia
educación y cómo le ha afectado a usted y las decisiones que ha tomado a lo
largo de su vida.
Sin duda nuestra
educación es fundamental para alcanzar el éxito en la vida. Por eso debemos
preguntarnos, ¿estamos entregando a nuestros hijos o alumnos una educación que
los preparará bien para desenvolverse con éxito en el siglo XXI?
La educación tradicional
esta pasando por una crisis a nivel mundial. Organismos estatales
alrededor de todo el mundo están quebrándose la cabeza acerca de cómo diseñar
una educación idónea. Anualmente se inyectan millones de dólares en programas
educacionales sin obtener los frutos esperados.
La gran incógnita
sigue siendo, ¿cómo se ve una educación ideal?
¿Cómo educar para
el éxito?
La mejor manera de
buscar una opción efectiva es volver a lo primordial y deshacerse de todos los
paradigmas sobre la educación que hemos adoptado. Preguntemos pues, ¿cuales son
los objetivos básicos que queremos lograr con una educación acabada para las futuras
generaciones?
Para eso nos
tenemos que olvidar del alumno perfecto que es el prototipo de la educación
tradicional: ordenado, diligente, excelentes notas, obediente y muy hábil en el
área lingüística y matemática. Si bien estas características son deseables,
solo reflejan una conducta exterior que no necesariamente llevará al éxito en
la vida.
Una educación para
el éxito busca más adentro. Ve a cada persona como un individuo que tiene
fortalezas y habilidades distintivas que podrá desarrollar y explotar para su
propio bien y para el bien de los demás con un propósito específico:
Una educación para
el éxito ayudará al alumno a descubrir sus fortalezas
Los dones y
habilidades particulares de cada niño yacen en su interior como diamantes en
bruto que los padres y profesores de los niños deben descubrir y desarrollar en
él.
Lamentablemente,
muchas veces el enfoque primordial de la educación tradicional está en las
debilidades de los alumnos, con el fin de cumplir con una exigencia externa que
no aportará valor a la vida del niño. Todo lo contrario, el mensaje subliminal
de una educación que se enfoca demasiado en las áreas débiles de un estudiante
es: “No eres tan capaz como los demás.”
El triste resultado
final es que el niño aprende a odiar el aprendizaje en vez de abrazarlo como
una herramienta que lo propulsará hacia delante.
Una educación para
el éxito infundirá el amor al aprendizaje
El aprendizaje no debería
terminar cuando se acaban los estudios primarios o secundarios. Idealmente toda
persona debería ser un estudiante de por vida.
Para lograr esto,
una educación de éxito se enfoca más en el proceso de aprendizaje que en los
resultados del mismo. Más allá de las notas o una tarea bien terminada, es
importante fijarse en el corazón del alumno.
Nuevamente, hay que
olvidarse de palabras como “currículo”, “ramos” o “contenidos”. El niño no es
un contenedor que debe ser llenado con “x” cantidad de conocimiento. Debe ser
inspirado para que aprenda por su propia cuenta. El verdadero aprendizaje es
cuando se prende un fuego en el interior del alumno que lo motiva a buscar la
información por sí solo. Se llama curiosidad. Cualquier otro tipo de educación
es una pérdida de tiempo.
¿Cómo se logra?
Hay que diferenciar
entre la enseñanza de habilidades básicas como leer, escribir y la matemática y
el resto del vasto universo del conocimiento, que jamás se podrá cubrir en su
totalidad en 12 años de colegio. Las habilidades matemáticas, de leer y
escribir se adquieren con disciplina y mucha práctica. El conocimiento, en
cambio, debe adquirirse con motivación propia y de acuerdo a los
intereses puntuales de cada niño.
Para no extinguir
este amor al aprendizaje, es importante desarrollar las habilidades para que el
niño, por su cuenta, pueda aprender el resto, sin imposiciones externas. Es el
niño el que debe descubrir, a lo largo de toda su vida, con pasión y en forma
totalmente individual, el entendimiento de las áreas del conocimiento como la
historia, ciencias naturales y sociales, geografía, química, física, etc.
¿Aprendizaje lineal
o cíclico?
De esta forma el aprendizaje
será lineal, no cíclico. Una persona que aprende con motivación propia
interiorizará el conocimiento de una forma mucho más eficiente. Su aprendizaje
será lineal y no requerirá de repeticiones.
En cambio, una
persona que aprende de acuerdo a la materia escogida por otros, aprende de
forma cíclica. En los currículos tradicionales, la materia se repite año tras
año para que el alumno capte al menos algo de la información. Éste método de
educación, además de ser extremadamente ineficiente, es muy dañino, ya que
produce una actitud pasiva hacia el aprendizaje.
Nuevamente, es
importante no insistir en nuestro paradigma de “una educación acabada” en la
cual el alumno debe dominar todas las áreas del conocimiento. Debemos
preguntarnos honestamente: “¿Qué es más importante?”
·
Que sepa un poco de todo y que pierda su amor por el aprendizaje "o"
·
Que sepa enseñarse a sí mismo y se transforme en un estudiante de por
vida.
Si se ha cuidado el
amor al aprendizaje como una tierna flor que esta brotando desde la niñez, ésta
florecerá durante el resto de la vida del alumno y le brindará una educación
que le abrirá las puertas al éxito en todas las áreas de su vida.
Autor: Bettina Langerfeldt